Transcurridos cinco años desde que Buda abandonara a su mujer, ésta trae al mundo a un hijo y afirma que es de su esposo. Dos años más tarde, cuando Buda regresa, tras siete años de ausencia, todo el mundo ríe para sus adentros: la gente no cree en absoluto en esta paternidad fuera de lo normal. Sólo un milagro explicaría un acontecimiento semejante.
Buda dice entonces:
– Se trata, efectivamente de un milagro. Este niño es mío y os lo voy a probar.
Quitándose su sortija, le dice a su esposa:
– ¡Entrega esta sortija al niño para que venga a devolvérmela en propia mano!
Buda transforma entonces a todas las personas presentes a su imagen y semejanza. La sala se encuentra de repente llena de mil Budas, todos idénticos.
Cuando el niño entra en palacio, no se siente engañado ni por un instante por esta ilusión. Va derecho hacia su padre, a quien devuelve el anillo. Cuando eres un buen hijo, una persona llena de fidelidad y de fe, en el interior de ti mismo, te será muy fácil encontrarte a ti mismo, encontrar a tu rey, a tu Buda interior. Por el contrario, sin fe y buscando cosas exteriores, no te encontrarás a ti mismo.
Este cuento Judío es comentado por Alejandro Jodorwsky en su libro, la “Sabiduría de los cuentos”, nos habla, de forma simbólica, de nuestro maestro interior y de como sabemos de una u otra manera que esa presencia existe y busca nuestra felicidad. La constancia, trabajo y aspiración harán que de manera natural emerja desde nuestro corazón.
Déjate guiar por tu maestro interior, permite que sea él el que, con sutileza, oriente tus pasos en el camino.
Om Shanti.